domingo, 29 de abril de 2007

La lucha por un pedazo de tierra


Frente al televisor, viendo y escuchando al periodista que relata los últimos ataques israelíes al Líbano, recuerdo las mismas imágenes, hace más de 26 años. Parece que la única diferencia era el televisor en blanco y negro.

Un largo conflicto, los árabes contra los israelíes, los palestinos escapando a su soledad internacional, caminando en torno al lugar vacío que dejó Arafat, deambulando de Argelia a Trípoli, de Damasco a Beirut, escapando a Túnez en medio de esta larga, agotadora y casi incomprensible lucha étnico-religiosa. ¿Por qué es esta lucha? ¿Por qué tantas mujeres, tantos ancianos y tantos niños condenados al sufrimiento?

Para el sionismo de los primeros tiempos, la lucha fue una lucha demográfica por la tierra y la inmigración, con el trasfondo y sustento de una lucha religiosa para construir el Gran Israel. Hoy se verifican 5,1 millones de israelíes y 4,1 millones de palestinos. Para el 2.020 se proyecta una población de 8,1 millones de palestinos y sólo 6,7 millones de israelíes. Seguramente, la gran mayoría de ambas colectividades quiere la paz. Cifras de diversas empresas encuestadoras indican que un 67% de los israelíes son partidarios de que exista un Estado Palestino. Pero ¿Qué estado palestino? Y entonces ¿Cuál Estado de Israel? ¿El Eretz Israel, el Gran Israel en toda la Palestina? O un estado de Israel dentro de Eretz Israel?

Cuando la ONU, el 29 de Noviembre de 1947 decretó la existencia de un Estado Judío, coexistiendo con un Estado Palestino y con un régimen territorial especial para Jerusalén y los lugares santos, muchos pensaron que se daba en el clavo con la solución propuesta. Pero Israel, aprovechando la guerra del Nakba, ocupó un tercio más de los territorios que se le asignaron. Pero esta lucha por la tierra, no es una lucha por cualquier trozo de tierra, pues para los judíos, la conquista de la Colina del Templo es el comienzo de la redención final.

Lo que los judíos denominan La Colina del Templo es para los musulmanes, y por cierto para los palestinos, la Explanada de las Mezquitas. En esos territorios se encuentra todo el simbolismo tanto de la religión judía como de la musulmana. En esos territorios se encuentra la tierra santa que hoy no puede ser para todos. En esos territorios está la colina de Sión, una de las colinas que simboliza Jerusalén y de donde toma su nombre el sionismo. En Jerusalén, en la ciudad vieja se encuentra el Kotel o muro de los lamentos y el antiguo barrio judío.



La lucha por la Explanada o Colina del Templo es compleja; los palestinos reivindican la superficie, pero los judíos pelean por el subsuelo, pues se cree que bajo esa tierra se encuentra el segundo templo de Salomón. Por ello un acuerdo imposible es que la jurisdicción de la Autoridad Nacional Palestina se extienda al “haram Esch Sharif” o Colina del Templo. Por eso la visita de Sharom a la explanada generó una nueva Intifada y una profunda molestia en todo el mundo árabe, incluso en los moderados saudíes. La provocadora visita del General judío a la Mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén fue una provocación calculada para darle un carácter confesional a este conflicto eminentemente nacional provocando molestia pero también una gran satisfacción en los islamistas ultras de palestina y de todo el mundo árabe. Esta curiosa unión selló, en opinión de muchos analistas, la suerte de los que hasta ese momento eran mayoritariamente partidarios de la paz. Por ello podemos decir que hoy, un acuerdo definitivo sobre Jerusalén y los lugares santos condiciona cualquier solución final del conflicto árabe-israelí, lo que viene a reafirmar que este largo y complejo conflicto no es una lucha por una mera posesión de un insignificante trozo de tierra.

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