Siempre existe la tentación de ponerse del lado del más débil, pero en esta larga historia de violencia entre palestinos e israelíes y, sobre todo cuando vemos el sufrimiento de miles de ancianos, mujeres y niños palestinos, pareciera que no vale la pena argumentar sobre quien comenzó las hostilidades ni sobre quien ha sido mas violento o , derechamente, mas terrorista. Desde sus perspectivas, ambos bandos se anotan sendos episodios de padecimientos y sufrimientos; de resistencia heroica y de epopeyas llenas de orgullo patriótico y nacional. Sin embargo, dentro de este largo camino y dentro de esta larga hoja de ruta ensangrentada, se vislumbra la soledad de Palestina. Sí, porque a pesar del apoyo de la Liga Árabe en 1964 y a pesar del épico discurso de Arafat en las Naciones Unidas, donde pidió al mundo que lo ayudarán a sostener la rama de olivo en su mano, se siente y se olfatea la soledad de los palestinos. Y digo soledad, no olvidando que el heroico pueblo palestino ha recibido amplias manifestaciones de apoyo político y material de diversas naciones, árabes y no árabes, si no que soledad porque pareciera que son los únicos real e intrínsecamente interesados en su causa.
Ejemplos de ello podemos citar muchos. Desde la compleja relación con Nasser, que para muchos era quien realmente controlaba la OLP en los años 60, utilizándola para sus propios intereses, pasando por la solitaria continuación de la guerra en Cisjordania, luego de la Guerra de los Seis días en 1967, y siguiendo el año 1969 con los sangrientos enfrentamientos en el Líbano entre las tropas gubernamentales y los comandos palestinos, la causa dirigida por la OLP parecía mas una moneda de cambio que una causa justa en medio del conflicto mayor, es decir el conflicto árabe-israelí.
Luego, en 1970, vino el denominado “Septiembre Negro”, donde durante 10 largos y penosos días, los guerrilleros fedayín de la OLP debieron enfrentarse a los jordanos, quienes debieron siempre haber sido sus hermanos, pero que finalmente apoyaron a los egipcios en sus negociaciones con Israel. ¿Y los palestinos?... siempre solos.
Ese fue el precio que Arafat y su organización debieron pagar por mantener una posición de independencia en su actividad política, como una forma de mantener la cuestión nacional por encima de las ideologías y de los intereses ajenos, lo que no solo le generó conflictos con los países árabes de matriz mas islámica, si no que también produjo fuertes y desgarradoras discrepancias dentro de la propia OLP.
El episodio jordano del “Septiembre Negro”, le señaló al Arafat que el camino de las acciones militares, de propaganda armada y de sabotaje, debía dar paso a una lucha mas orientada a las batallas diplomáticas, lo que comenzó a posibilitar en el frente interno palestino, la consolidación de fracciones radicales dispuestas a mantener la lucha frontal contra Israel en el terreno militar.
A pesar de las complejas situaciones que debió enfrentar, la OLP de la mano de Arafat, logró con posterioridad a la guerra árabe-israelí de 1973, ser reconocida por la ONU como representante legítima del pueblo palestino y admitida en calidad de observador en la organización mundial.
El desarrollo de nuevas fuerzas palestina en Cisjordania y Gaza, posibilitó que incluso, en 1978 recibieran más del 80% de los votos en las elecciones municipales, lo que pareció reforzar el camino de la lucha política trazado por el líder de la OLP.
Luego vinieron las negociaciones de Carter con Begin y Anwar-Sadat, en Camp David los años 1978 y 1979, con una negociación tan nefasta para los árabes y para la causa palestina, que Egipto fue expulsado de Liga Árabe. Con posterioridad a la muerte del presidente egipcio, Arafat declaro que “el asesinato de Sadát es un mensaje del ejercito egipcio al valiente pueblo palestino que sufre el yugo de la ocupación sionista. El gran pueblo egipcio no ha perdonado a quien vendió la causa palestina en el complot traidor de Camp David”. Detrás de estas duras palabras de Arafat, se adivina el dolor de sentirse otra vez traicionados, otra vez solos, otra vez moneda de cambio.
Posteriormente, y luego de haber declarado en 1981 la disposición de aceptar el principio de “coexistencia” con Israel, las fracciones duras desautorizaron al líder de la OLP, siendo rechazado el plan propuesto por el propio Consejo Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina, poniendo de esta forma en entredicho el liderazgo de Arafat.
Ese momento de debilidad fue aprovechado por los israelíes, quienes invadieron el Líbano, provocando la dispersión de los palestinos y dejando para la historia una de las matanzas mas horribles, como fue el episodio de Sabra y Chatila, perpetrado por la milicia falangista libanesa a vista y paciencia del ejercito sionista que dirigía el entonces General Sharon
La dureza de largo proceso de violencia vivido pareció convencer a los países árabes de reconocer a Israel a cambio del establecimiento de un Estado Palestino en Gaza y Cisjordania, pero los Libios y los Sirios se opusieron y comenzaron a apoyar a las fracciones mas radicales, causando un gran daño a la causa palestina, pues para muchos analistas, en esa coyuntura se perdió una preciosa posibilidad de resolver el conflicto.
Desde entonces, con nuevos nombres, con otros personajes, esa ha sido la constante, es decir, la imposibilidad de conjugar los intereses de todos los países árabes con la causa palestina, y la constante intromisión de países árabes como Siria, quienes a través de fracciones militaristas radicales, socavan la posibilidad de llegar a acuerdos con Israel para establecer una tierra para los palestinos. Como bien señalaba el propio Arafat “Siria quiere imponerse como la principal potencia local y por eso quiere tener todas las cartas en la mano, sobre todo, las cartas libanesa y palestina”. Es decir, nuevamente aparece la causa palestina solitaria y esta vez, golpeada por la conjunción de intereses entre sirios, israelíes y norteamericanos.
Por cierto el problema no esta sólo del lado de los árabes y de los palestinos, puesto que la derecha israelí a atacado la posibilidad de los acuerdos, expresándose la radicalidad de las posiciones incluso en acciones tan brutales como el asesinato de uno de sus propios ministros, Ithzak Rabin, a manos de un estudiante ortodoxo sionista.
A pesar de todo, el fuerte ascendiente de Arafat logró imponerse y mantener a raya a los ultras palestinos, supo enfrentar a los libios y a los sirios, y posibilitó la unidad de la OLP, hasta conseguir la constitución de la Autoridad Nacional Palestina, pero su muerte dejó un vacío de poder que ha posibilitado el ascenso de posiciones radicales como las del movimiento Hamas, que hoy, con su mayoría parlamentaria y su primer ministro, a menos de seis meses de asumir, debe dirigir a la A. N. P. en un escenario con un medio oriente nuevamente sumido en una escalada de acciones de carácter terrorista emprendidas por sectores enquistados en ambos bandos, sectores que ciertamente no están por buscar la paz entre israelíes y palestinos y menos por constituir un estado palestino independiente. Parece que nuevamente los sectores radicales e integristas islámicos generan el escenario perfecto para que el sionismo despliegue su maquinaria de muerte poniendo a tierra santa a millares de kilómetros de ser una tierra prometida y en paz.
Foto por CSCAweb
Ejemplos de ello podemos citar muchos. Desde la compleja relación con Nasser, que para muchos era quien realmente controlaba la OLP en los años 60, utilizándola para sus propios intereses, pasando por la solitaria continuación de la guerra en Cisjordania, luego de la Guerra de los Seis días en 1967, y siguiendo el año 1969 con los sangrientos enfrentamientos en el Líbano entre las tropas gubernamentales y los comandos palestinos, la causa dirigida por la OLP parecía mas una moneda de cambio que una causa justa en medio del conflicto mayor, es decir el conflicto árabe-israelí.
Luego, en 1970, vino el denominado “Septiembre Negro”, donde durante 10 largos y penosos días, los guerrilleros fedayín de la OLP debieron enfrentarse a los jordanos, quienes debieron siempre haber sido sus hermanos, pero que finalmente apoyaron a los egipcios en sus negociaciones con Israel. ¿Y los palestinos?... siempre solos.
Ese fue el precio que Arafat y su organización debieron pagar por mantener una posición de independencia en su actividad política, como una forma de mantener la cuestión nacional por encima de las ideologías y de los intereses ajenos, lo que no solo le generó conflictos con los países árabes de matriz mas islámica, si no que también produjo fuertes y desgarradoras discrepancias dentro de la propia OLP.
El episodio jordano del “Septiembre Negro”, le señaló al Arafat que el camino de las acciones militares, de propaganda armada y de sabotaje, debía dar paso a una lucha mas orientada a las batallas diplomáticas, lo que comenzó a posibilitar en el frente interno palestino, la consolidación de fracciones radicales dispuestas a mantener la lucha frontal contra Israel en el terreno militar.
A pesar de las complejas situaciones que debió enfrentar, la OLP de la mano de Arafat, logró con posterioridad a la guerra árabe-israelí de 1973, ser reconocida por la ONU como representante legítima del pueblo palestino y admitida en calidad de observador en la organización mundial.
El desarrollo de nuevas fuerzas palestina en Cisjordania y Gaza, posibilitó que incluso, en 1978 recibieran más del 80% de los votos en las elecciones municipales, lo que pareció reforzar el camino de la lucha política trazado por el líder de la OLP.
Luego vinieron las negociaciones de Carter con Begin y Anwar-Sadat, en Camp David los años 1978 y 1979, con una negociación tan nefasta para los árabes y para la causa palestina, que Egipto fue expulsado de Liga Árabe. Con posterioridad a la muerte del presidente egipcio, Arafat declaro que “el asesinato de Sadát es un mensaje del ejercito egipcio al valiente pueblo palestino que sufre el yugo de la ocupación sionista. El gran pueblo egipcio no ha perdonado a quien vendió la causa palestina en el complot traidor de Camp David”. Detrás de estas duras palabras de Arafat, se adivina el dolor de sentirse otra vez traicionados, otra vez solos, otra vez moneda de cambio.
Posteriormente, y luego de haber declarado en 1981 la disposición de aceptar el principio de “coexistencia” con Israel, las fracciones duras desautorizaron al líder de la OLP, siendo rechazado el plan propuesto por el propio Consejo Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina, poniendo de esta forma en entredicho el liderazgo de Arafat.
Ese momento de debilidad fue aprovechado por los israelíes, quienes invadieron el Líbano, provocando la dispersión de los palestinos y dejando para la historia una de las matanzas mas horribles, como fue el episodio de Sabra y Chatila, perpetrado por la milicia falangista libanesa a vista y paciencia del ejercito sionista que dirigía el entonces General Sharon
La dureza de largo proceso de violencia vivido pareció convencer a los países árabes de reconocer a Israel a cambio del establecimiento de un Estado Palestino en Gaza y Cisjordania, pero los Libios y los Sirios se opusieron y comenzaron a apoyar a las fracciones mas radicales, causando un gran daño a la causa palestina, pues para muchos analistas, en esa coyuntura se perdió una preciosa posibilidad de resolver el conflicto.
Desde entonces, con nuevos nombres, con otros personajes, esa ha sido la constante, es decir, la imposibilidad de conjugar los intereses de todos los países árabes con la causa palestina, y la constante intromisión de países árabes como Siria, quienes a través de fracciones militaristas radicales, socavan la posibilidad de llegar a acuerdos con Israel para establecer una tierra para los palestinos. Como bien señalaba el propio Arafat “Siria quiere imponerse como la principal potencia local y por eso quiere tener todas las cartas en la mano, sobre todo, las cartas libanesa y palestina”. Es decir, nuevamente aparece la causa palestina solitaria y esta vez, golpeada por la conjunción de intereses entre sirios, israelíes y norteamericanos.
Por cierto el problema no esta sólo del lado de los árabes y de los palestinos, puesto que la derecha israelí a atacado la posibilidad de los acuerdos, expresándose la radicalidad de las posiciones incluso en acciones tan brutales como el asesinato de uno de sus propios ministros, Ithzak Rabin, a manos de un estudiante ortodoxo sionista.
A pesar de todo, el fuerte ascendiente de Arafat logró imponerse y mantener a raya a los ultras palestinos, supo enfrentar a los libios y a los sirios, y posibilitó la unidad de la OLP, hasta conseguir la constitución de la Autoridad Nacional Palestina, pero su muerte dejó un vacío de poder que ha posibilitado el ascenso de posiciones radicales como las del movimiento Hamas, que hoy, con su mayoría parlamentaria y su primer ministro, a menos de seis meses de asumir, debe dirigir a la A. N. P. en un escenario con un medio oriente nuevamente sumido en una escalada de acciones de carácter terrorista emprendidas por sectores enquistados en ambos bandos, sectores que ciertamente no están por buscar la paz entre israelíes y palestinos y menos por constituir un estado palestino independiente. Parece que nuevamente los sectores radicales e integristas islámicos generan el escenario perfecto para que el sionismo despliegue su maquinaria de muerte poniendo a tierra santa a millares de kilómetros de ser una tierra prometida y en paz.
Foto por CSCAweb
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